Carlos Álvarez Cabrero
José Carlos Álvarez Cabrero, es un artista multidisciplinar, quién además de destacado pintor, cuenta al menos con dos virtudes que le conceden gran beneplácito: por un lado, su origen ovetense y la plasmación en alguna de sus obras de referencias a nuestro pueblo y además, su cercanía y disposición a la colaboración como hemos podido constatar.
Nacido en 1967, concreto su infante atención por el arte en los movidos años ochenta, cuando comenzó a estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas de Oviedo. En 1991 realizó su primera exposición individual, en la sala Borrón, de Oviedo. A partir de ahí, desarrolla su trabajo figurativo, reconocido con éxito en España y Europa, recordando en sus obras a la Nueva Objetividad Alemana del periodo de entreguerras.
Como prólogo Antonio Valle, coordinador del libro “Mensajes de un Mundo dibujado (15 dibujos de Álvarez Cabrero ilustrados por 32 exploradores literarios)”, de Septem Ediciones: “La interpretación del mundo que hace Carlos Álvarez Cabrero puede situarse en Praga, Madrid, Oviedo o el resto del mundo desde mediados de los ochenta. Comenzó en el cómic (en el mítico Víbora) y esa ha sido una señal de identidad en sus temas, fondos y formas. Le gustan Hergé, Brueghel el Viejo y Otto Dix, entre otros, aunque también podríamos encontrar imágenes relacionadas con Edvar Munch o el pop art y añadir todas las etiquetas posibles que desee el crítico observador. Hay quien dice que su mirada es la de unos ojos desencajados, como los de sus personajes, un gran angular surrealista capaz de ver más de lo que está o detallar lo que otros no ven. Los carteles publicitarios o los mensajes conminatorios están presentes en muchos rincones de sus cuadros (en las camisetas de los protagonistas, en los locales o transportes públicos que frecuentan, en los libros que arrinconan o en las aceras por las que caminan). No hay duda de que en los cuadros de Álvarez Cabrero, además de una parte expresiva, hay una intención comunicativa. Si añadimos a esa personalísima interpretación el impulso narrativo del cómic que aún rezuma en sus obras encontramos una obra repleta de sugerencias para la literatura.”
Utiliza la técnica del grabado, aunque también realiza pinturas relieves y dibujos. Considera esta técnica complicada, especializándose en la calcografía, entendiendo que su tratamiento es mejor en cuanto a definición y detalle. También se atreve con el cine, formándose como operador de cámara y participando en el Proyecto Mercurio de Vídeo-Animación. Entra sus trabajos destacables, podemos citar “Mitología Asturiana” de Ediciones Pata Negra, donde se combina obra gráfica y práctica narrativa, “buscando la revisión profunda de la concepción reiterativa de unos temas mitológicos excesivamente manidos en nuestra sociedad”.
Los escritores que narran las estampas alumbradas por Cabrero nos trasladan una visión nueva e inquietante respecto de unos personajes mitológicos popularmente conocidos, pero ahora inmersos en un nuevo escenario: la sociedad ideada por el artista. Sus referencias a Colloto (El Aguila Negra, La Chacinera de Colloto, inspirada en la fábrica de callos La Tila, etc…) provienen de su cercanía a Oviedo, la gracia de las mismas y el encanto de, por ejemplo, el añorado muñeco del Aguila Negra.
Reproducimos parte del primer capítulo de “Mensajes de un Mundo dibujado”, uno de los más recientes proyectos en los que ha participado, donde 32 escritores asturianos recrean con sus voces la interpretación del mundo dibujado por Álvarez Cabrero.
El Capataz del Aguila Negra de Miguel Rojo y Fernando Menéndez Tenía dieciséis años. Ni uno más ni uno menos. Y necesitábamos dinero urgente si queríamos ir de vacaciones a algún sitio. Coger la tienda y largarnos de la ciudad para conocer mundo. Y para eso se necesitaba pasta. Se lo podría pedir a mi padre como hacían mis amigos con los suyos. Pero eso no era posible. No porque no tuviera padre o mi padre careciera de un lugar donde caerse muerto. Sencillamente, porque no. Hay cosas que uno sabe sin necesidad de que nadie se las diga. Sí o no. Cuando él llegaba de trabajar como repartidor de paquetería en unos grandes almacenes y se tiraba en el sofá delante del televisor…no era el momento más apropiado. Cuando los domingos volvía con mi madre después de ir a misa sin a pararse por tomar un café…no era el mejor momento. Cuando llegaba fin de mes y había que pedir fiado en la tiende de Angelines…sencillamente, tampoco era el momento. Ya dije, hay cosas que no se necesitan preguntar para saber la respuesta. Y esta era una de ellas. Así que cuando acabamos el curso en junio y mis amigos planearon ir a conocer mundo, me dí cuenta de que tenía un grave problema. Es cierto que conocer mundo era ir a Llanes, pero aquello, sin dinero, era el fin del mundo. Así que me puse a buscar currelo. Cualquier cosa me valía.
El autobús de Colloto me dejó a las puertas de la fábrica de cervezas El Aguila Negra. Ya la conocía de vista, pero al reparar en ella más detenidamente me pareció muy hermosa. Con sus chimeneas, sus edificios de ladrillos, el águila planeando sobre el dulzón aroma a cebada que salía por los grandes ventanales. Sí, especial y prometedora.
Tuve que mentir y decir que tenía 18 años para que me contrataran. Había un capataz. Siempre llevaba gorra, corbata y un mono azul. Cuando me escondía en los wateres para lavarme las manos despellejadas de cargar cajas, él siempre aparecía por allí. No decía nada. Me miraba y se iba a otro sitio. Por lo demás bien: bebía todas las cervezas que quería y cada semana nos regalaban una caja para llevar a casa. Era obligatorio firmar por un mes, pero a los quince días ya tenía suficiente money para largarme a conocer el mundo. Así que me despedí…

