Templo de original fábrica románica (s. XII), aunque muy alterada por inconveniente reforma del año 1924, que le ha sustraído su ruralidad en «beneficio» de una dudosa estética.

Por fortuna, salvó la semicircular cabecera, verdadera joya románica precedida por un holgado tramo recto, con un arco de triunfo, muy a tener en cuenta, de doble arquivolta sobre cuatro columnas (dos a cada lado) compuestas por capiteles espléndidamente esculpidos: un pavo real con cabeza humana, pájaros descabezados, hojas lanceoladas, mono a lomos de un animal monstruoso con alas, más otras representaciones propias de la mitología románica, el resto del templo naufraga en corrientes historicistas, modernistas y montañesas: tres naves —la central, de mayor altura— delimitadas por grupo de arcos sostenidos por gruesos pilares, decoradas vidrieras y torre poligonal con techumbre de alargado alero.

Una placa fijada en el porche indica el año de la remodelación (1924) y su impulsor, el industrial indiano José Cima García. Por la importancia de sus primitivos restos está considerada de interés provincial.