Lino Montes, collotense adoptivo
La llegada de nuevos vecinos a nuestro pueblo siempre es un lógico aliciente, atendiendo a la curiosidad innata a nuestra condición humana. Indudablemente, la conformación de Colloto como barrio-dormitorio con desmesurado crecimiento, hace que resulte prácticamente imposible, incluso para los más avezados, escudriñar en tantas personas, y la mayoría de las veces, hemos de conformarnos con quedarnos con las nuevas caras, para al menos ser correctos en el trato de vecindad.
Siempre he tenido cierta pasión por la música y por todo lo que conlleva alrededor, por ello cuando me llegó la onda que uno de los paseantes por el flamante parque municipal y desconocido para mí, algo tenía que ver con el arte musical, ni corto ni perezoso decidí que había que dar ese paso de cierta vergüenza del acercamiento. Tenía que confirmar que aquel artículo de La Nueva España que un amigo me había enseñado, en donde se mencionaba a un artista brillante y con un fantástico pasado musical, era el mismo que disfrutaba del paseo diario acompañado de su cuidado perro. Y, abordándole sutilmente, Lino, que ése es su nombre, no solamente confirmó que así era, sino que además se mostró gustoso a hablarme y darme a conocer su brillante y fantástico pasado musical no sólo en España, sino especialmente en Hispanoamérica y Estados Unidos.
Todo comenzó en Navia, en el seno de una familia humilde, y apunta que con grandes esfuerzos, pudo a los 17 años coger maleta hasta Madrid para estudiar canto. Fue allí donde le llegó la oportunidad de actuar en Barcelona con la Bella Dorita, que era por aquel entonces la reina del Paralelo, donde encandilaba a los corazones sobre el escenario. Entonces se le contrató para una gira por Oriente y New York.
Y ahí comenzó el verdadero impulso de una carrera musical que duraría casi dos décadas. Grandes hitos y numerosos momentos cumbre se suceden a partir de aquí en la vida artística de Lino Montes. Por mencionar algunos, recuerda sus actuaciones en el “Teatro Avenida” de Buenos Aires, su triunfo en la sala “la Zambra” de New York, donde aumentó hasta los cuatro meses su contrato inicial de quince días, en un alarde triunfal la felicitación de los alcaldes de Puerto Rico en la actuación del Waldorf Astoria sus éxitos en “el Alameda Room” donde era adorado como el nuevo Rodolfo Valentino su actuación en la fiesta del añorado Presidente Kennedy que pasó a la historia tras cantarle Marilyn el célebre “Happy birthday Mr President”, su paso por numerosas televisiones estadounidenses y sudamericanas, sus fotonovelas, etc,etc… Era tal la pasión que llegó a despertar, que en Argentina, por su ficha, como si se tratase de una estrella de futbol, Herminia López de Chousa “primera manager del país” pagó la astronómica cantidad de un millón doscientos mil pesos.
En aquella época la carrera del eldense Pedrito Rico, había empezado a decaer y Lino Montes contaba con todos los parabienes para ser su digno sucesor. Pocos saben que compositores de la talla de Quiroga, Morcillo y Solano, aunque posteriormente popularizadas por otras voces, escribían melodías para él.
Lino lanzaba canciones en América, donde eran canturreadas por los mozos de estación y las criadas de Broadway, que luego eran éxitos rotundos en cantantes establecidos en la patria chica, como pudo pasar con el famoso “porompompero” que aupó al estrellato a Manolo Escobar. Era lógico, pués en aquellos tiempos la “aldea global” aún no estaba ni siquiera en pañales y las distancias comunicativas entre continentes eran inmensas, por lo que los triunfos de allende los mares eran tardíamente recogidos por acá.
En mayo de 1965, Lino Montes hizo parada en Oviedo, donde obtuvo una extraordinaria acogida y clamoroso triunfo, actuando con motivo de la entrega de premios del VII Gran concurso “Rumbo a la Gloria” en el teatro Filarmónica. Fué retransmitido en directo por Radio Oviedo, donde estaban Menchu Álvarez del Valle y Emilio López Tamargo. El diario Región del 9 de mayo publicaba lo siguiente: “A la salida de la función un tumulto de admiradores rodeó al famosísimo, hasta que con grandes esfuerzos y siempre entre el clamor popular, logró llegar al coche.”
Su repertorio musical estaba basado fundamentalmente en la música española. Sin duda, además de sus reconocidas dotes como vocalista, (y estamos hablando de una época donde no había ni trampa ni cartón), así como el cuidado de su puesta en escena, con ropas y joyas que encandilaban a sus espectadores, hicieron de él todo un ídolo de la canción en América. (Supongo que Lino me perdonara esta indiscreción, pero en 1965 llegó a cobrar cantidades en dólares de cuatro cifras a la semana, que se dice pronto.)
En fin, podríamos llenar todo un libro, y seguro que algún día alguien se encargará de biografiarle como bien se merece Lino Montes, un vecino con un pasado fantástico y un presente que comparte entre nosotros y su Navia querida.
Para él un abrazo y muchas gracias por compartir tus recuerdos con tus vecinos. Nos veremos por las fiestas.
V.V


